El dibujo es inteligencia. Hermano de la escritura, el dibujo enseña a pensar. Cuando el artista ve, define una actitud, anticipa una realidad. El dibujo la aprehende, la da a ver por la pura esencia. Fondos blancos, luminosidades, transparencias, lejanías.

El dibujo es presencia que va adquiriendo forma de acuerdo a como el ojo vio. Delata no relata, exhibe sin una moral que dicte o contamine: muestra ocultando. El espectador entra en el ojo de la tinta, sigue un camino hacia el interior, ahí se descubre en la nada, se sostiene de la pura tinta, su trazo, que siempre es camino.

El artista cuida que no se desparrame su mirada: da sentido a la continuidad que la mano por sí sola define. 

La tinta de Igor: reconci                                   Jeannette L. Clariond